Tal y como defiende la Comisión Europea, “lo primero es la eficiencia energética”. Si no priorizamos la gestión eficaz de la energía, no podremos conseguir los objetivos de descarbonización fijados para 2050. En este artículo, os damos algunas prácticas que ayudaran a tu edificio a ser energéticamente eficiente.
En primer lugar, para conocer cómo derrochan energía los inmuebles, es vital saber sobre qué elementos es necesario actuar. Para ello, la realización de una auditoría energética en la comunidad de propietarios no sólo posibilitaría la recogida de datos sobre el consumo del edificio, sino también los hábitos de consumo energético de los propietarios y/o inquilinos, tales como el horario de funcionamiento de calefacciones. También la realización del Libro del Edificio Existente, subvencionado por los fondos Next Generation, aporta esta radiografía del edificio.
Entre las actuaciones más frecuentes se encuentran el aislamiento térmico de la fachada, el uso de calderas de alto rendimiento, la instalación de repartidores de costes de calefacción y/o contadores de energía, cambios en la iluminación con detectores de presencia y luces LED, y la instalación de renovables, como son las placas fotovoltaicas, aerotermia, geotermia…
En los últimos años, se han puesto de moda las cubiertas ajardinadas o huertos en las azoteas de los edificios. Según diversos estudios, las cubiertas ecológicas son capaces de reducir un 30% el gasto en climatización.
Cada vez son más los vehículos eléctricos que circulan por las carreteras, lo que obliga a que además de puntos de recarga públicos, se instalen estos equipos en las plazas de garaje privadas. En este sentido, la Ley deja claro que, aunque para su colocación solo se requiere comunicarlo al presidente de la comunidad, esta instalación, así como el consumo de electricidad generado deberá ser costeado por el propietario interesado.
Conseguir una mayor eficiencia energética pasa por saber gestionar los recursos que tenemos, para controlar los consumos, y ello se consigue individualizando aquellos que son susceptibles de serlo como es el agua, a través de contadores digitales, y la calefacción, mediante la instalación de contadores de energía individuales y/o repartidores de costes.