El sistema de clasificación europeo establece una base científica y legal para identificar qué actividades económicas pueden considerarse sostenibles. Su objetivo no es solo evitar el greenwashing, sino también orientar las inversiones públicas y privadas hacia sectores que realmente contribuyen a la transición ecológica.
La Taxonomía Europea fue propuesta por la Comisión Europea en 2018 y adoptada formalmente en junio de 2020, en el marco del Plan de Acción sobre Finanzas Sostenibles. Su desarrollo y aplicación están liderados por la Comisión Europea, con apoyo del Grupo de Expertos Técnicos en Finanzas Sostenibles (TEG) y de la Plataforma de Finanzas Sostenibles. Nació con la misión de crear un lenguaje común que permita a inversores, empresas y reguladores identificar, de forma coherente y verificable, qué actividades contribuyen a los objetivos climáticos y ambientales de la UE.
La Taxonomía es clave para alcanzar los objetivos del Pacto Verde Europeo, y afecta a una amplia variedad de sectores, incluida la edificación sostenible. El sector de la edificación es especialmente relevante: en la UE, los edificios son responsables de aproximadamente el 36% de las emisiones de CO₂ y consumen cerca del 40% de la energía final. Este peso específico hace que la Taxonomía sea un instrumento estratégico para orientar inversiones hacia la rehabilitación y la eficiencia energética del parque inmobiliario europeo.
Con herramientas comunes, alianzas técnicas sólidas y una infraestructura de datos fiable, la edificación puede alinearse con los objetivos del Pacto Verde Europeo, reducir su huella de carbono y aumentar su resiliencia. Iniciativas como la CPEA, junto con el trabajo de empresas como ista en el terreno de la eficiencia energética y la monitorización de consumos, demuestran que el cambio ya está en marcha.
Es un sistema común que clasifica las actividades económicas sostenibles según criterios técnicos claros, basados en evidencia científica, con el fin de fomentar inversiones alineadas con los objetivos ambientales europeos.
Este marco busca garantizar que las inversiones publicitadas como “verdes” lo sean de verdad. Dirige capital hacia actividades que promueven la neutralidad climática y el desarrollo sostenible, incluyendo medidas de eficiencia energética en edificios.
Para que una actividad se considere sostenible, debe aportar significativamente a uno de los grandes objetivos ambientales (como eficiencia energética, mitigación y adaptación al cambio climático, uso eficiente del agua, economía circular, prevención y control de la contaminación, protección de la biodiversidad y los ecosistemas), no generar daños colaterales y cumplir con ciertos estándares sociales mínimos.
La Taxonomía incluye criterios específicos para el sector de la edificación: mejora del rendimiento energético, monitorización real de los consumos, reducción de las emisiones y uso de los recursos de forma responsable.
Por ejemplo, para que un edificio nuevo sea considerado sostenible por la Taxonomía, debe situarse entre el 15% más eficiente del parque inmobiliario local en términos de consumo energético; en rehabilitación, debe demostrar mejoras sustanciales que reduzcan la demanda energética en al menos un 30%.
La Taxonomía no solo establece criterios: exige evidencia y trazabilidad. Para que una actividad sea reconocida, las organizaciones deben demostrarlo con datos verificables y, en muchos casos, someterse a validaciones externas. En el ámbito de la edificación, esta necesidad de verificación ha impulsado la creación de alianzas europeas para garantizar criterios homogéneos y procesos auditables.
Es aquí donde entra en juego la Climate Positive Europe Alliance (CPEA), una plataforma formada por varios Green Building Councils de Europa: DGNB (Alemania), GBCE (España), ÖGNI (Austria) y DK-GBC (Dinamarca), entre otros. Esta alianza promueve una aplicación coherente de la Taxonomía en el entorno construido, adaptándola a los marcos regulatorios nacionales, pero dentro de un esquema europeo común.
Uno de los principales retos es cómo aplicar de forma práctica los criterios de la Taxonomía en proyectos reales. Los GBCs europeos están desarrollando portales y metodologías que permiten a los actores del sector inmobiliario entender si sus edificios —en obra nueva o rehabilitación— cumplen con los requisitos de sostenibilidad.
Por ejemplo, GBCE ha desarrollado un portal digital de Taxonomía en España que permite generar declaraciones de cumplimiento documentadas y auditables; DGNB, en Alemania, integra los criterios de la Taxonomía en su propio sistema de certificación, con módulos específicos para verificación ESG y, en Austria, ÖGNI aplica herramientas de evaluación de riesgos climáticos y DNSH (“no causar daño significativo”), alineadas con la Taxonomía, dentro de su sistema de certificación.
Muchos de los criterios técnicos de la Taxonomía —especialmente en edificación— exigen datos cuantificables: consumo de energía primaria, emisiones operativas, ratio de mejora energética respecto al estado inicial, volumen de agua consumida, etc. En este contexto, las soluciones tecnológicas juegan un rol esencial.
Aquí es donde ista aporta un valor diferencial. Presente en más de 20 países europeos, ista ofrece sistemas de medición individualizada de consumos, reparto de costes y plataformas digitales de seguimiento que permiten recopilar y analizar datos reales sobre el rendimiento energético de los edificios. Esto facilita que propietarios, gestores y promotores puedan documentar de forma precisa el cumplimiento de los criterios de la Taxonomía, especialmente en lo relativo a eficiencia energética y reducción de emisiones. Además, ista ayuda a generar los informes y evidencias necesarias para auditorías y procesos de verificación exigidos por la normativa europea, acelerando así el acceso a financiación verde y el cumplimiento regulatorio.
Sin ser un fin en sí mismo, este tipo de tecnología actúa como infraestructura de apoyo para cumplir con los requisitos normativos de sostenibilidad: sin datos fiables, no hay verificación posible.
La aplicación de la Taxonomía en el sector inmobiliario no es simplemente una obligación regulatoria: es una oportunidad para transformar el modelo constructivo y operativo de los edificios en Europa. El 75% del parque edificado europeo es ineficiente desde el punto de vista energético, y la Taxonomía puede actuar como catalizador para activar inversiones hacia su rehabilitación sostenible.
En definitiva, la Taxonomía Europea no es solo una norma técnica, sino una brújula para guiar el futuro de la economía verde. Para las empresas, representa un marco claro para acceder a financiación sostenible, diferenciarse en el mercado y demostrar su compromiso real con la sostenibilidad. Para las personas, significa mayor transparencia sobre qué inversiones y proyectos contribuyen de verdad a un futuro bajo en carbono, así como la garantía de que los recursos públicos y privados se destinan a acciones con impacto ambiental positivo. En definitiva, es una herramienta que conecta la ambición climática de la UE con decisiones concretas que mejoran edificios, ciudades y la calidad de vida en toda Europa.