La vivienda y la salud están más íntimamente ligadas de lo que pensamos. En invierno estamos sobreexpuestos al calor o al frío en el interior del hogar, lo que puede generar un disconfort térmico y, en consecuencia, un peor rendimiento, físico y mental, de nuestra actividad.

Esta sobreexposición puede deberse a varios factores, ya sean complementarios o no: desde la falta de aislamiento en las fachadas y cubiertas de los edificios, hasta el mal uso que se hace de la calefacción centralizada en una comunidad de propietarios, en donde a determinadas horas los vecinos de los pisos bajos o primeros se “asan” de calor, mientras que los que viven en las últimas plantas se quejan de frío.

Todo ello dependerá también de la sensación térmica que tenga cada persona. Así, en una habitación que está a una temperatura de 18º C, un vecino puede tener sensación de calor y, otro, en su casa, de frío, dependiendo, por ejemplo, del estado del aislamiento de las paredes o de la orientación que tenga el piso.

En cualquier caso, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), la temperatura adecuada de una casa en invierno debe oscilar entre los 21º C y los 23º C durante el día y los 17º C de noche. Esta temperatura debe ir acompañada de una humedad relativa que se sitúe en torno al 40%-50%.

El disconfort térmico tiene una solución y, esta pasa, en primer lugar, por proteger al edificio instalando aislamiento, si se carece de él, algo común en los inmuebles construidos con anterioridad a 1979, o mejorando este material. Porque, como confirman los expertos, la rehabilitación energética de los edificios es la mejor medicina para también mejorar la salud de las personas.

Y es que, las condiciones del edificio también están relacionadas con el mal de la pobreza energética, que se mide atendiendo a factores como la disminución de los ingresos familiares y del incremento de los precios de la energía, teniendo también en cuenta la eficiencia energética de las viviendas.

Los últimos datos de pobreza energética publicados por el Gobierno, y referidos a 2021, reflejan que, en términos absolutos, 6,8 millones de personas no son capaces de mantener una temperatura adecuada en su vivienda durante el periodo invernal.

Es por ello que, desde ISTA aconsejamos, no solo renovar la fachada del edificio para reducir la demanda energética y proteger del frío y el calor a las viviendas, sino también instalar los repartidores de costes de calefacción en los radiadores para reducir las emisiones de CO2 y que cada vecino adapte su hogar a las condiciones térmicas que necesita, sin desperdiciar energía.

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